Como esa foto antigua que llega a tus ojos cuando menos
esperas que lo haga y empiezas a recordar. Empiezas a desdibujar cada trazo de
ese papel impreso con cada uno de los recuerdos. Y no te das cuenta, pero es
justo ahí donde empiezas a saber qué eres. Eres un ticket de un cine a las diez
y media de un sábado. Eres ese perfume que se cruza contigo un viernes y
recuerdas porqué te resulta conocido. Eres una carcajada mientras estás viendo
una película de miedo, o eres un grito en lo alto de una atracción. Seremos
caricias mañaneras, besos por la espalda, y manchas de rímel en mis sábanas que
me hacen recordar que anoche estuviste aquí.
Las historias que vivimos están ardiendo ahora mismo en cualquier
parte, y desde aquí puedo oler a papel quemado, a besos mojados, a un roce de
manos que ya no produce reacción. Que tan sólo nos quedó la otra mitad o que
aún queda todo lo recorrido, significa lo mismo pero denota una intención.
Piénsalo mientras seguimos ardiendo. Mientras seguimos siendo tickets, fotos,
carcajadas o gritos. Nos cansamos de esperar llamadas que no llegan y de pedir
que nos carguen el vaso mientras nuestra canción suena en la radio. Aunque ya
ni siquiera sé si tenemos canción. Quizás sólo fuimos eso, música, un tema de
tres minutos contando las mismas tonterías que nos hace creer que la escribieron
por nosotros.
No sé si entre tanto revuelo te escapaste tú o lo hice yo,
no sé porqué hablo de dos, tampoco sé por qué debería hacerlo de uno. El tiempo
nos da la medida de todo, y con él nos daremos cuenta de lo que somos. Pero un
día te verás eligiendo un piso a medias y un colchón, y te darás cuenta que el
tiempo pasa rápido, y no espera a que te decidas. Y como él, nosotros dejaremos
que pase, tanto que una noche como ésta, echaremos la vista atrás y pensaremos
en aquellas historias quemadas, y en si alguna vez debimos de apagar el fuego
antes de que las cenizas pesarán más que los recuerdos.
Me quedaré con cien mil cosas dentro que nunca diré, me
quedaré con un puto best-seller que no publicaré nunca, pero hay cosas que es
mejor decirlas sólo cuando van por alguien, porque esa es la verdadera chispa
que encenderá estas letras cuando ya no tengan destinatario, o cuando el
destinatario ya olvide la película de un sábado, cómo huele ciertos perfumes o
a que sabe despertar con quien anoche quisiste hacerlo.