Hoy no salieron las estrellas y tuvimos que pintarlas. En la
oscuridad fuimos dos siluetas algo inquietas, que se buscaban al contraluz de
una ventana.
No podíamos vernos pero sabíamos que estábamos ahí, y si
extendíamos los brazos podíamos rozarnos. En cinco minutos nuestros ojos se
acostumbrarían y no pareceríamos dos ciegos tratando de buscarse guiados solo
por el único sentido que nos falta. Sin embargo, esos cinco minutos eran los
únicos que nos interesaban. La magia residía en ese instante, en aquel momento
en el que tus sentidos se anulaban, y sin embargo no perdías el rumbo.
Pero esperaste. No te moviste. Observaste mi figura oscura
que, poco a poco, se iba haciendo clara a tus ojos en medio de la oscuridad. Y
ya no hubo más que hacer. Se fue la magia en busca de otro instante, de otras
dos siluetas que sí supieran apreciarla. Y me dejaste frío mientras tus rasgos
se hacían visibles.
"¿Y si encendemos la luz?" Dijiste. Y tu mano
buscó el interruptor en vez de buscar la piel que tenía a su lado. Creerás que
son meros detalles. A los dos días te marchaste. Pero ya no fue ninguna
sorpresa.
Cada vez tengo más claro que la vida es una actitud. Nos
aferramos a un clavo ardiendo siempre que, aunque queme, nos mantenga vivos.
Nos encanta sentirnos vivos. Sin embargo algunos recuerdos aún nos frenan.
Dormimos con el miedo bajo la almohada para despertarnos con él y que nos
recuerde que ilusionarnos es peligroso. Que vivir, es peligroso.
Queremos tenerlo todo bajo control cuando a veces es el caos lo que nos hace felices. Pero por qué arriesgarse. Por qué cambiar de rutina si, aunque a veces quiera algo distinto, ya me he acostumbrado a no querer más. Por qué... Por miedo. Hasta la felicidad nos da miedo por si, al buscarla lejos de nuestro sitio, lo perdamos y ya no tengamos dónde regresar.
Déjame hablarte de los detalles, y prometo parar de hacerlo si me confiesas que nunca te perdiste en alguno. Que nunca te fijaste en una mirada que buscaba algo más que cruzarse con otra. Si nunca podrías admitir que lo primero en que te fijaste fue en un pequeño lunar que quizás ella ni sabe que lo tenga. O que aún sigues buscando ese sitio perdido que en alguna conversación mencionó que le encantaría visitar.
Una puerta entreabierta puede significar que hay alguien que desea que la atravieses para preguntarle qué le pasa, o solo puede ser una simple puerta que nunca llegó a cerrarse. Leer entre líneas. Y equivocarnos. O acertar.
Una actitud. La actitud de no conformarse con lo que es obvio, y buscar algo más. Vivir sabiendo lo que ello implica. Y aceptar cuando algo se acaba quizás sea la mejor manera de enfrentarte a un nuevo comienzo, que no tiene que ser ni peor ni mejor a lo pasado; tan solo diferente.
Dejemos de creer que tenemos raíces y que no podemos ser nosotros mismos en otro sitio. Dejemos de alimentar nuestro miedo con una actitud equivocada. No nacimos con instrucciones sobre cómo hacer bien las cosas. No te castigues si un día decidiste cambiar tu camino porque el que recorrías tan solo sirvió para atarte a una rutina que nunca podría haberte hecho feliz.
Detalles tan insignificantes como encender una luz, denotan
una actitud. Guiarse con los ojos es muy fácil. Lo de hacerlo con el corazón,
solo unos pocos se atreven.
Queremos tenerlo todo bajo control cuando a veces es el caos lo que nos hace felices. Pero por qué arriesgarse. Por qué cambiar de rutina si, aunque a veces quiera algo distinto, ya me he acostumbrado a no querer más. Por qué... Por miedo. Hasta la felicidad nos da miedo por si, al buscarla lejos de nuestro sitio, lo perdamos y ya no tengamos dónde regresar.
Déjame hablarte de los detalles, y prometo parar de hacerlo si me confiesas que nunca te perdiste en alguno. Que nunca te fijaste en una mirada que buscaba algo más que cruzarse con otra. Si nunca podrías admitir que lo primero en que te fijaste fue en un pequeño lunar que quizás ella ni sabe que lo tenga. O que aún sigues buscando ese sitio perdido que en alguna conversación mencionó que le encantaría visitar.
Una puerta entreabierta puede significar que hay alguien que desea que la atravieses para preguntarle qué le pasa, o solo puede ser una simple puerta que nunca llegó a cerrarse. Leer entre líneas. Y equivocarnos. O acertar.
Una actitud. La actitud de no conformarse con lo que es obvio, y buscar algo más. Vivir sabiendo lo que ello implica. Y aceptar cuando algo se acaba quizás sea la mejor manera de enfrentarte a un nuevo comienzo, que no tiene que ser ni peor ni mejor a lo pasado; tan solo diferente.
Dejemos de creer que tenemos raíces y que no podemos ser nosotros mismos en otro sitio. Dejemos de alimentar nuestro miedo con una actitud equivocada. No nacimos con instrucciones sobre cómo hacer bien las cosas. No te castigues si un día decidiste cambiar tu camino porque el que recorrías tan solo sirvió para atarte a una rutina que nunca podría haberte hecho feliz.