No puedo no pensar en cómo te sientes. En cómo te lo estás pasando. En si te acuerdas de mi, o si no, y cuánto...
Y eso que hace tiempo que no disfruto pensándote. No lo hago, porque cuando vienes a mi mente nunca es para darme paz. Estás mirándome en mi cabeza, y me incómoda la situación.
Supongo que se acabaron las treguas, que estamos en guerra. Y supongo que cuando regreses lo harás con todo tu arsenal. No sé qué estrategia seguirás si es que seguirás alguna. Ni tampoco sé dónde colocar mis trincheras.
Y es que no hay peor enemigo, que el que nunca lo fue.
No voy a mentirte, no estoy preparado. Y no lo estoy porque me siento incapaz de dispararte, ni tampoco sé cómo defenderme. Estoy en ese punto intermedio que no acaba de decidirse por ningún polo y, que al final, ante la duda, se mantiene siempre en la misma posición.
Lo peor es que creo saber qué viene a continuación. Y lo que viene, no va a ser agradable. Sobre todo para mi.
Llevas herida tanto tiempo que empiezas a hacerte inmune al dolor. Seguramente ahora estés excavando en tu pasado, buscando esa otra felicidad, la que sentías antes de sentirla conmigo. Esa felicidad que no viene dada por una sola persona, sino por un cúmulo de motivos y razones.
Ahora querrás reencontrarte con todo aquello que, queriendo o sin querer, dejaste algo apartado. Y lo harás. Vivirás varios días en los que tu mente rechace cada ápice de culpa, cada porción de conciencia. Apartará toda sensación que te lleve al punto en el que estabas antes de que todo esto empezase. Y lo que empieza es el principio del fin, como dirían algunos.
Ahora buscarás la sustitución. Cambiar una pieza por otra. O varias.
Entras en esa fase en la que cualquier cosa es buena siempre que te ayude a no pensar. Y creerás vivir bien así. Y empezarás a sentirte ganadora de esta guerra en la que yo, aún, no he conseguido posicionarme. En la que asumo mi culpa en el inicio del conflicto, pero sin olvidar que una disputa entre dos no comienza solo por una de las partes.
Y también soy yo el que mira atrás y nos ve en la boca del callejón en el que, sin darnos cuenta, nos fuimos metiendo. Hemos recorrido tanto el mismo trayecto que no vemos la luz al otro lado.
Fuimos dos inconscientes, y ahora, tras todo este tiempo, tú y yo somos dos personas totalmente diferentes. Ya no somos los que se metieron en ese callejón sin ser conscientes de dónde estaban. Ahora somos los que se han dado cuenta de dónde están y necesitan encontrar una salida.
Sé que crees haber vivido una mentira. Sé que tu confianza está tan dañada que solo la pérdida de memoria podria recomponerla. Pero también sé que la balanza que nos sostiene no solo está cediendo en mi lado. También lo hace en el tuyo, y también lo hizo tiempo atrás.
Ahora que esta guerra de dos da claros indicios de ir en serio, necesito resguardarme de tus ataques, al menos, hasta que piense si atacar yo, o defenderme primero.
Lo primero será quererme de nuevo. Lo siguiente, olvidar cualquier pista, cualquier huella, que me lleve a responder ciertas preguntas que prefiero olvídar antes de saber sus respuestas. Y por supuesto, y lo más difícil, llenarme de fuerza, llenarme de valor, para cuando llegue el día en el que mis ojos vean lo que mi mente ya sabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario