Antes del portazo, se te olvidó dejar las instrucciones en la mesa sobre cómo olvidar.
Recogiste tus cosas y me dejaste allí como si yo ya no fuese una parte de ti.
Ahora no dejo de pelearme con tu recuerdo, él dice que mientras tú no llegues, él no se va. Yo le pido que me deje, me basta con no pensar. Pero siempre se hace el loco y me pregunta: "¿Y ella? ¿Dónde está?"
¿Y qué le respondo? Si no sé a dónde fuiste, ni tampoco dónde estás. Y sigo con esa estúpida manía de buscarte al despertar. Como si al girarme tú estuvieses ahí, durmiendo, sin hacer ruido al respirar.
Por la calle me cruzo con tu perfume y me pongo a temblar. Si voy acompañado siempre digo que es porque tengo frío. Cuando sea verano, no sé qué excusa me podré inventar...
Puedo buscar en otros labios, enredarme en otra piel, pero...¿para qué? Si lo que encuentro en ti en nadie más.... Lo sé.
Mucho me temo que para este mareo de recuerdos, no existe Biodramina, ¿qué te voy a decir? Si solo a ti puedo considerarte compañía.
Quizás no termine de aceptarlo, pero te sigo esperando. Mirando el calendario, a ver si hay un día que rodeo y no tacho. Y es que no recuerdo la última vez, que tus labios y los míos se querían morder.
Pero muérdeme, cómeme de un bocado, que quiero ser tu mejor postre y tu primer plato. Quiero que no dejemos de besarnos, como si el mundo se acabara justo en el segundo siguiente, y tú a mi lado.
Me encantaba descubrir constelaciones en tu espalda, y mirarte con ojeras y cansada, pero guapa. Porque tú siempre estás guapa.
No me creías cuando te decía que tu sonrisa me ganaba día a día. Y ya ves si me ganó que aún la pienso... la pienso, y sonrío también yo.
Pero no puedo admitir que te perdí o que tú me perdiste. Aunque, ¿qué más da? Si ya la culpa la tengo por todo el tiempo que perdimos discutiendo.
Al fin y al cabo todo se resume en un: ¿Me echas de menos?
Si quieres no contestes... pero yo, si te soy sincero, me muero por verte. Y ya lo sabes, que mi orgullo es así de duro, pero he pensado que antes de perderte a ti, lo pierdo a él que es un capullo.
Ojalá algún día, entre calada y calada, o entre copa y copa, recuerdes vagamente nuestra historia. Recuerdes cuando te decía, que si tenías miedo, solo tenías que agarrarme fuerte.
Y tan fuerte, como el sentimiento de nostalgia, la impotencia de no poder tenerte, que llega septiembre y luego el frío, pero mi única certeza es que ya, mis brazos, no serán tu abrigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario