martes, 18 de diciembre de 2012

Indestructible.


Me paré en uno de los únicos bares que pese a la hora, seguía teniendo luz en su interior. Me bajé del coche y mi pie chapoteó en un pequeño charco. Las luces de neón alumbrando el nombre de aquel pequeño local no tenían la fuerza suficiente como para traspasar la espesa niebla que reinaba en aquella madrugada. Entré con miedo de encontrarme con más de un borracho tumbado en la barra, o con un viejo gruñón con una escoba y mal genio dispuesto a echarme tal como había llegado, pero no. En lugar de eso, me encontré con una mujer de no más de cuarenta años, que al escuchar el chirriar de la puerta con mi llegada clavó su mirada en mí, algo extrañada. No había nadie más que ella y una copa que sujetaba con su mano derecha.
“¿Se puede?” me atreví a decir a pesar de esa mirada tan fija en mis movimientos. Asentó con la cabeza y apoyó sobre la barra la copa. Anduve unos pasos hasta sentarme en un pequeño taburete a pie de barra. Miré un poco el decorado de aquel lugar. Un tanto anticuado, fotos en blanco y negro y demasiado pobre todo. Aún así, no dejaba de ser un sitio acogedor.
Olía a ambientador barato y algo de alcohol, pero no era desagradable, al contrario, me gustaba. Me volví a centrar en aquella singular camarera y le pedí un whisky. Tal como se giraba en busca de la botella y el vaso, coloqué mi vista en un tatuaje que tenía en la espalda, sobre el omóplato, pues llevaba una camisa de tirantas que le descubría casi toda la espalda. Fui sorprendido por ella misma mientras le observaba aquel pequeño dragón de tinta y enseguida bajé la cabeza simulando estar buscando algo en mi bolsillo. Noté como sonrío y dejó el vaso cargado de whisky delante de mí.
-          - ¿Qué hace un hombre bien vestido tan solitario, a estas horas de la noche, y por bares como esté?
Me sorprendío la pregunta, realmente no me la esperaba. Levanté la cabeza tras darme cuenta que mis intentos por disimular mi descarada mirada ya no tenían más razón de sí, y contesté mientras paseaba mi dedo índice por la boca del vaso, haciendo círculos.
-         -    Necesitaba un sitio donde caerme muerto.
Hizo una mueca difícil de identificar. Se giró y prosiguió tomándose su copa. Me quedé un poco frío, esperaba que continuase hablando. Por la primera impresión,  a aquella mujer la hacía con una voz menos dulce que la que tenía. Ante la falta de conversación, esta vez fui yo el que decidió preguntarle algo.
-          - ¿Y qué hace una mujer como tú, en un bar como éste?
-         -  ¿Perdona? – Sonrió irónicamente. ¿Algún problema con el sitio? Siempre cabe la opción de tomar la puerta… - Con su reacción me di cuenta de mis malas formas para intentar entablar conversación con aquella interesante desconocida.
-          - No… Verás, no me malinterpretes… No digo que sea un mal sitio, es acogedor y agradable.
-          Ya bueno, tampoco tienes que intentar quedar bien.
Hubo un silencio un tanto incómodo. Le di dos nuevos sorbos a mi copa y apoyé los codos sobre la barra. Sonaba una canción de Pynk Floyd mientras seguía paseando mi mirada hacia un lado y a otro intentando no pensar demasiado en nada. Había sido una mala noche, una mala racha… Me cobijaba en bares intentando no sentirme en la extrema soledad que me daba mi casa de las afueras. Tan grande, tan vistosa, pero tan sola…
Coger el coche haciendo kilómetros sin sentido y entrando en bares remotos  era mi alivio ante esa situación tan fría, la de tener tanto pero sentirse como si no tuvieras nada, nada que mereciera la pena, que te motivase a seguir.
-          - ¿Sabes qué es lo peor de días como estos? – Aquella mujer se quedó algo extrañada por la pregunta, ni yo mismo entendí por qué pronuncié aquellas palabras, supongo que necesitaba desahogarme. Me daba igual que no la conociese de nada, no sabía ni su nombre, sólo necesitaba esa sensación de que alguien te estaba escuchando.
-          - ¿El qué? – me contestó mientras terminaba por apurar su copa.
-          - Que ahora, después de tomarme unas copas y notar como mi garganta entra en calor, cogeré el camino de vuelta a mi casa y me acostaré. Pero, me acostaré sin ningún motivo por el que levantarme, más que esa esperanza porque las cosas cambien, porque todo vuelva a ser como antes…
Se quedó callada. Suspiró y no dijo nada. Yo proseguí, aún sabiendo que quizás a ella no le importaba en absoluto lo que yo le pudiese contar, un simple desconocido que acaba de entrar en su bar y había pedido una copa de whisky… ¿Qué podría decirle que a ella le interesase?-
-          Pasas los días con ese “mañana será diferente, mañana todo habrá cambiado” pero no, sólo me engaño. Todo está igual, nada ha cambiado. La lluvia me consuela, las tormentas me alivian. El sonido del viento a las cinco de las mañana no me asusta, me acompaña. Yo antes era el hombre más feliz del mundo, pero sabes qué es lo que me revienta por dentro? Que no me di cuenta… no somos conscientes de nuestra felicidad hasta que la felicidad es un recuerdo. No me faltaba de nada y era esa sensación la que me llenaba. No tenía muchas cosas pero tenía las suficientes. Echo de menos miradas, besos y confesiones al oído. Echo de menos esa respiración al lado de la mía, ese pensamiento subconsciente que te dice “está aquí, contigo”. Cuídala, me decía, cuídala porque no vas a encontrar a alguien igual. Que me aguante, que me mime, que sepa cuando necesito eso de” tranquilo que todo va a ir bien”, y ese beso para callarme cualquier queja estúpida. Manías, gestos, detalles, pequeños detalles que ahora que no están te das cuenta de que eran los más grandes. No sé porqué le estoy contando esto a una desconocida, no sé ni tu nombre… - sonreí casi sin fuerzas. Ella seguía mirándome, realmente parecía que estaba atendiendo a cada palabra que le decía. – Pero, dejé escaparlo todo. Mandé lejos justamente todo lo que necesitaba a mi lado para ser más fuerte, para ser indestructible. No trato de comprenderme, porque sé que no tengo remedio. Sé que las cosas están difíciles, nunca han estado fáciles, pero aún así no sé si es mi parte masoca, o mi parte que aún no ha olvidado aquellos días en los que yo era yo, la que me dice que siga intentando buscar ese motivo, esas ganas, eso que al levantarte por las mañanas te haga sonreír y te haga tener un objetivo.
No sé si es tarde, más bien, no se a partir de qué momento se puede considerar tarde el querer ser feliz. Todo lo que nos rodea hace tanto ruido que muchas veces no me dejan escucharme a mí mismo, quizás ese haya sido uno de mis principales problemas… Pero ahora he aprendido a escucharme, y a saber qué es lo que realmente quiero.
-         -  ¿Y qué haces aquí? Si quieres algo, ve a por ello y punto. Nunca es tarde. – Sus palabras me hicieron recordar que todo esto que estaba contando, se lo estaba diciendo a una mujer que la acababa de ver por primera vez hacía unos momentos, y levanté la mirada.
-         -  ¿Qué hago aquí?
Tras un nuevo silencio, tomé la cartera y saqué unas monedas. La miré, le dediqué una sonrisa y cogí las llaves del coche.
-          - ¿Vas a por ella no?
-          - Voy a por ella.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Te invito a mi mundo, pero no me lo desordenes.

Hace frío. Mucho frío. Me entretengo con el vaho de mi respiración que sale cada vez que expiro el aire, ese aire que a veces me falta.
Debería estar cansado, exhausto y sin fuerzas. He tenido motivos para rendirme y abandonar, pero he seguido. Dejé de contar las veces que caí por el camino y todas esas voces que me aseguraban que no sería capaz. Pero... ellos no me conocen, ellos no son yo. No saben de mis posibilidades ni de mi historia, no tienen ni idea de como he llegado hasta aquí, ni de lo que ocurrió en mi mundo... sí, mi mundo.
En él, no hay nada más que lo que yo quiero ver. No hay más gente de la que necesito, pero si hay infinidad de lugares y de momentos.
En mi mundo no hay muchas ciudades con millones de sitios distintos, en mi mundo hay una única ciudad con los mejores sitios. Puedes pasar por debajo de la torre Eiffel para llegar de repente al Big Ben, y si giras tu cabeza a la derecha puedes contemplar el Central Park, como se va abriendo paso alrededor del Lago Garda italiano.
Me paseo por sus calles cuando quiera y que sea de día o de noche sólo depende de que me lo imagine de una forma u otra. Las personas que me acompañan en este lugar, en esta peculiar ciudad que reúne todas las ciudades del mundo, son muy pocas, pero son las únicas que me hacen falta, el resto están de más, por eso me jode tanto que algunas personas entren sin permiso y me desorganicen todo, poniéndolo patas arriba y dejándolo hecho un caos. La autoridad en mi mundo la lleva mi mente, y cuando ésta está bloqueada no puedo hacer nada para devolver la normalidad...
En mi ciudad no quiero dudas ni preguntas sin respuestas, lo que quiero son sonrisas y noches increíbles, besos en la madrugada y amaneceres en la playa. Andando por mi calles me siento fuerte y aunque la oscuridad llegue con la noche, no me asusto, sigo adelante. Me acompaña la música, la mejor música y aunque de repente empiece a llover yo continúo, continúo siempre hacia adelante y con la cabeza alta, con mi mirada puesta en mi objetivo...
Aunque esto es lo normal, hasta hace muy poco mi mundo, mi gran ciudad, estaba sumida en una especie de guerra contra ella misma. Fue de una noche a otra. Recuerdo ver como la torre Eiffel se derrumbó y el Big Ben marcaba las una de la madrugada cuando se quedó parado, sin dejar que el tiempo corriese y manteniéndome prisionero de mi propio mundo. La noche se empeñó en no dejar paso al día, y las tormentas se sucedían inundando mis precioso lago Garda, convirtiendo Central Park en un auténtico escenario propio de una película de miedo. Mis fuerzas calleron y por más que intentaba erguirme como siempre no podía, mis pasos sobre el frío asfaltos eran puro baile, el baile que mantenía con mi cuerpo entre dejarme caer o seguir andando un poquito más. Perdí de vista a todas y cada una de las personas que hasta entonces siempre habían estado ahí, mi propia ciudad me había encerrado y me había dejado sólo ante mi propia creación, mis lugares, mis edificios, mis calles,... Grité pero nadie estaba ahí para oírme.
Por primera vez centré mi mirada en el pasado y no en mi objetivo, mi futuro. Recuerdo que titubeante, llegué hasta un lugar que no recordaba haber creado... Lo llamé el jardín de los recuerdos porque en cuanto entré, un sinfín de éstos inundaron mi mente poniéndolo todo más confuso. Iba como ciego caminando por aquella hierba, mientras escullaba el chirriar de las numerosas puertas que me iba encontrando en mi camino. Anduve mientras cada vez era un recuerdo nuevo el que me quemaba por dentro, tanto anduve, que cuando quise dar media vuelta no lograba ver por donde había entrado, ni donde estaba la salida de aquel sitio. Corrí mientras la lluvia chocaba contra mi cuerpo, pero cuanto más corría más perdido me encontraba.
El tiempo seguía parado en el mismo instante, pero para mi ya habían transcurrido horas desde que había entrado en aquel lugar y una tormenta de recuerdos me sacudía por dentro. Paré.
Decidí parar tras recorrer un camino que no me llevaba a ningún lado, yo había entrado allí y yo debía salir, pero el cómo me fallaba. Impotencia era la palabra, impotencia por querer y no poder. Cuando frené mi marcha y miré a mi alrededor, seguía sin ver nada con claridad, pero las piernas me flaqueaban y mi aliento me pedía un poco de descanso. Pensé que era el momento de darse por vencido y de reconocer lo que yo mismo me había buscado entrando allí. Pero hasta ahí no me di cuenta que lo único que había hecho era huír, intentar huír, escapar, pero esa no era la solución. Decidí entonces armarme de valor, sacar fuerzas de donde no las tenía, y afrontar aquella senda de recuerdos con lluvia, mientras la oscuridad le ponía ese toque de confusión a todo. Di un paso, luego otro,... levanté la cabeza y apreté los dientes, abrí los ojos y me dispuse a ver todo eso que desde el principio me había negado a ver. Acepté mi pasado tal como lo vi y comprendí que yo ya no podía hacer nada, tan sólo esforzarme en mi presente para darle la vuelta a mi futuro y ponerlo de cara. Y lo conseguí. Acabé mojado y tiritando, pero conseguí salir de allí afrontando mi miedos y mi propia historia, para a partir de ahí, empezar de nuevo y crear otra. El Big Ben volvió a contar segundos haciendo girar sus agujas, mi propia ciudad se fue recomponiendo a la misma vez que lo hacía yo mismo por dentro. Salió el sol y fueron sus rayos los que me hicieron ver que empezaba un nuevo día y con él, una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. Y aquí estoy. Ahora conocéis algo más sobre mi, sobre mi mundo, y yo ahora sólo busco frenar un poco, ir más despacio y aferrarme a la felicidad. En este complicado episodio también he encontrado cosas importantes, sonrisas que cerca de la tuya te hacen inmortal, besos que te hace sonreír, y palabras al oído que te hacen creer que otros recuerdos, pueden ser creados.
- Te invito a mi mundo, pero no me lo desordenes.

jueves, 1 de noviembre de 2012

El tiempo borra recuerdos, y trae nuevos.

Sé, estoy completamente convencido de que volverás a rehacer tu vida. De que tendrás a otro "mi amor", "mi vida" contigo. Que te sabrá hacer sonreír, con el que vivirás cientos de momentos y te cuidará. Seguro,  tendrá mil y un detalles contigo, será el primero que te pregunte qué te pasa si te ve mal, y el primero que esté ahí para ayudarte a todo. No me caben dudas, otro ocupará ese gran hueco que ahora creo que permanece vacío en ti. Te llenará de recuerdos, de canciones que te recuerden a él, de un aroma y te besará como si al segundo después de separar vuestros labios, el mundo acabase. Sí, lo encontrarás, llegará a tu vida, casualidad o no, sin esperarlo quizás, un día mirarás a tu lado y ya no seré yo el que encuentres de tu mano, o abrazándote, o susurrándote que eres lo mejor que le has pasado en su vida. Haréis y tendréis planes de futuro, esa casa que soñáis tener, la diseñaréis en vuestra mente y seréis felices imaginándoos un futuro juntos, vosotros dos.
Las personas no tienen ningún derecho para permanecer permanentes a modo de recuerdos en alguien, aunque reconozco que muchas veces, esto no se elige, y siempre hay alguien que no consigues olvidar. 
No te digo que me olvides, principalmente porque, aunque si puedas hacerlo, realmente no me gustaría que lo hicieses. Tampoco te digo que quemes cada carta, cada foto, cada noche de tu mente. Yo entiendo que me puedas tener rencor o odio, pero tampoco dejemos que esto termine en dos desconocidos que un día jugaron a quererse...
Simplemente, te digo que aunque ahora pienses que no, nadie es imprescindible, y todos somos sustituibles. La felicidad no se encuentra sólo en una persona, ni en unos determinados momentos. La felicidad se encuentra por detalles, por pequeñas cosas, que poco a poco se convierten en las más grandes, cosas que valoras y que te sacan esa sonrisa tonta. Escúchame, no me refiero a mañana, me refiero a unos meses, cuando no quede más que frases pasadas y recuerdos que ya ni pesan, cuando vuelvas a cruzar una cómplice mirada con alguien, cuando vuelvas a acercarte tanto que termines besando a otro, en ese momento yo ya no existo, ni habré existido. En ese momento todo vuelve a empezar y da igual lo que fue, importa lo que es, ahora. 
Quizás, probablemente encuentras a ese que cumpla sus promesas y lleguéis a ese futuro juntos. Quizás, probablemente, dentro de unos años, cada uno con nuestras vidas, nos volvamos a cruzar. Podría ser por la calle, en una cafetería, un bar, o en el sitio que menos te esperabas encontrarte de nuevo con mi cara, con ese olor característico que siempre habías asociado a mi compañía, quizás en esas décimas de segundos en que tu mirada se cruza conmigo y me reconoces, recuerdes de una manera efímera mi nombre, quien soy, y porque aún me recuerdas. Pero sólo será eso. Sí, nos saludaremos, asombrados porque el tiempo habrá pasado en los dos. Un "cuánto tiempo", un abrazo, dos besos... Me contarás que vives en tal sitio, con tal persona,... Vería tus gestos, y seguro que un soplo de nuestros momentos llegaría a mi cabeza, me harían sonreír mientras me cuentas cualquier cosa, y yo te miraría sin mediar palabra, intentando aparentar que no me estoy volviendo a perder en tu mirada, ni en tu sonrisa, ni estoy escuchando tu voz y sintiendo eso que sentí la primera vez al hacerlo. Un "bueno, espero que nos volvamos a ver" y hasta pronto. Pero, hasta aquí, no habrá más que esto, no duraré para siempre en ti, de verdad, y lo sentiré por que seguramente ese mismo día que te vea, con los años ya encima, me daría cuenta de lo preciosa que eres, y de que aunque todo se olvida, tú fuiste durante un tiempo el mejor plan de futuro que pude tener.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Afuera hay tormenta, aquí dentro ni chispea.


Afuera está lloviendo, pero no importa.
Escucha como caen las gotas contra la ventana. Como hacen ruido mientras se estampan contra el cristal. Una, otra, otra, y otra... No dejan de caer. Me resulta egoísta por mi parte no abrir la ventana, creo que ellas también se merecen entrar dentro, estar aquí, librarse de la tormenta y dejar de pasar frío. Es triste,  que su efímera vida tan solo dure escasos segundos, desde que se condensan allí por las nubes hasta que se chocan y se derrumban contra lo primero sólido que encuentran. ¿Pero qué hago hablando de gotas de lluvia? No se, pero es que pensando me he dado cuenta de que realmente, estar contigo, es así, como estar a salvo de esas gotas de lluvia, de esa tormenta.
Sientes que estás protegido, que fuera se puede estar acabando el mundo, inundándose la ciudad, que estás a salvo. Mira esta noche, no hace falta más. El cielo está negro, más negro de lo habitual. No hay estrellas, sólo luces difuminadas por la lluvia. No hay pausa, el agua cae y cala por donde pasa, menos aquí dentro. Aquí estoy bien, y estoy bien porque estoy contigo. Es más, estoy seguro de que si saliese a la calle, me expusiera al frío, a la lluvia, a los rayos, seguiría estando a cobijo de todo eso. ¿Por qué? Sí, porque estoy contigo.
Y pienso también, que si me faltas, estas noches de lluvia, de frío, de tormenta, de truenos y rayos, de noches cerradas y con ese viento entrando por la chimenea, no serían igual. Perdería la seguridad de que estoy fuera de peligro. Tendría frío, mucho frío, y me costaría dormir. El ruido del viento me estremecería y las gotas de lluvia que golpean mi ventana sin descanso, acabarían por mojarme. Quizás no me mojarían la piel, pero seguro que me calarían por dentro.
Es por eso que asusta pensar como sería una tormenta sin ti. Es por eso que asusta pensar una vida, sin ti. Aunque ahora mismo no pienso en que te vallas, ahora sólo pido que truene más fuerte, que llueva más y haga más frío, para estar contigo y abrazarte, para saber que haga lo que haga fuera, contigo estoy a salvo dentro.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Hasta el final, sí es que existe.


Buenas, me llamo Lucas, y os voy  a contar mi historia con Lina, la mejor persona que he tenido en mi vida, y que podré tener.
Os cuento brevemente como nos conocimos.
Fue cuando me cambié de Universidad. Al llegar pues yo era nuevo allí y no conocía a nadie. Fui objeto de algunas bromas por los más graciosillos pero se dieron cuenta enseguida que yo no era el típico pardillo al que le debían de hacer bromas; eso lo captaron rápido. Al mes ya empecé a relacionarme más con los allí presentes, e incluso empecé a considerar realmente como amigos a algunos. Yo me alojaba en un pequeño piso cercano a la universidad, no tenía más de sesenta y cinco metros cuadrados pero para hacer algún experimento en la cocina, dormir y estudiar no necesitaba más. Durante aquel año lo pasé bien, un poco agobiado y la tensión natural de los exámenes pero no estuvo mal, y al finalizar el curso, se organizó una fiesta para todos los alumnos de la universidad. Se trataba de la típica cena de despedida y para los que les gustara más la marcha había una fiesta en la playa que duraría toda la noche, hasta el amanecer. Y bueno, aquí es cuando conocí a Lina.
Llegué con unos amigos sobre la medianoche. Nada más llegar ya empezamos a tomar las primeras copas, primeras risas, bromas,… Hice un intento de bailar con los colegas pero aquello no se le podía llamar bailar, más bien era dar saltos y chillar a la vez que cantábamos el trozo de letra de la canción que nos sabíamos. A las dos horas, con las copas justas como para estar ya contento y cansado de pegar botes como un crío, decidí sentarme sólo en la arena, y entonces la vi. En aquel instante tan sólo era una silueta, una sombra cerca de la orilla que jugaba con pasarse la arena de una mano a otra. Me sentí intrigado y quizás por el efecto de las copas de antes decidí acercarme. La saludé con un risueño “Qué tal” y ella me respondió con  un seco Hola. Me senté a su lado y le pregunté que por qué estaba allí, tan apartada del resto. Me comentó que no le hacía mucha gracia lo que había visto en lo que iba de noche y prefirió bajarse a estar sola. Hice como el que la escuchaba y le empecé a preguntar cosas que ahora mismo ni me acuerdo cuáles eran. Sólo sé que pasó una hora y yo seguía hablando allí con ella. Cuando nos levantamos y subimos con todo el jaleo y las luces de la fiesta, pude comprobar que aquella chica era una de las más bonitas que había visto jamás, quizás no era la  típica tía de revista, pero tenía unos ojos impresionantes, bonitos rasgos en la cara y cuando sonreía por alguna de mis tontería producidas por el alcohol era increíble. Me pasé el resto de la noche con ella. Me dijo que se llamaba Lina, que estudiaba periodismo y que estaba en cuarto de carrera. Que vivía en un pequeño pueblo de Valencia y que le encantaba la buena música. Si me dijo más cosas, no las recuerdo. Al entrar el amanecer nos fuimos de allí y nos sentamos en una pequeña terraza con bonitas vistas que había no muy cerca de allí. Desayunamos algo y nos echamos unas risas. Le propuse llevarla en coche hasta su casa pero se negó. No fue hasta que llegué a mi pequeño y cutre piso, donde me di cuenta que esa chica era especial. Busqué desesperadamente en mi móvil a ver si por alguna casualidad, en mi punto de más borrachera había conseguido su teléfono móvil, pero no lo encontré. Aún así, después de rastrear el móvil por completo, entré en el apartado de notas, y había una de la fecha de la fiesta y con la hora cerrada a las 5 de la mañana. La abrí y leí lo siguiente.
“Ahora mismo estás tumbado en la arena y revolcándote mientras dices hacer la cucaracha con dos chicos que a juzgar por las pintas llevan más copas que tú. No sé cuantas veces me has pedido el móvil ya, pero entiende que no te lo de, te acabo de conocer. No obstante, me has caído bien, bastante bien, y la verdad es que me has alegrado la noche, así que te voy a dar una pista. Lina Alcázar, Residencia universitaria Alfonso I.”
Y tras esto me encontré sonriendo tras la pantalla como un completo idiota.
Al día siguiente fui a dicha residencia y no tardé en encontrarla. Me invito a su habitación y no dudé en aceptar la invitación. Subí con ella y me senté en un sofá algo anticuado. Ella iba vestida de andar por casa como se dice, pero a mi me pareció incluso más guapa que hacía dos noches, en la fiesta. Tuvimos una conversación muy amena y bromeamos muchos sobre acontecimientos de la fiesta y la nota del móvil. Después de dos horas allí metido ni me pensé dos veces en irme sin sacar de allí algo; y sí, la invité a cenar. A lo antiguo, pero funcionó. La noche siguiente fui con mi mejor gala y embadurnado de colonia a buscarla en mi pequeño Ford Fiesta. No era un Mercedes, pero andaba.
Llegué hasta su puerta y allí me estaba esperando. Con un bonito vestido y una sonrisa que me ganó por completo me recibió. Me bajé del coche, le di dos besos y me recriminó el fuerte olor a colonia. Me sonrojé pero no dije nada. La llevé a un restaurante convencional, los ahorros no estaban para otra cosa, pero dio igual, la cena estuvo genial por el simple hecho de que ella era mi compañía. Risas, conversación interesante, hablamos del pasado de cada uno, de las aspiraciones, y también, del amor. Ella como yo no había tenido mucha suerte en este tema. Yo era más de ligues cortos en bares mientras ella había tenido relaciones más serias y duraderas, pero todas con final triste. Al acabar la velada, la llevé a un mirador con unas vistas increíble, “secreto de la casa” le dije. Y aquí, señores, tras otra intensa sesión de palabras, fue cuando en un vaivén de indirectas me lancé y la besé. Algo atrevido por mi parte, descarado, la conocía de muy poco pero había sido tan intensos y mágicos los ratos que había pasado con ella que no pude resistirme, y ella, no me quitó el gusto. Nos enlazamos en un beso que para mi, fue el más bonito y especial que he tenido nunca. Tras eso nos dimos un paseo abrazados y sobre las tres, la llevé de vuelta a su residencia. Un último beso de despedida y un “espero verte mañana” fue mi adiós, mi adiós hasta el día siguiente, que la volví a ver. Aquí empezó nuestra historia. Para no aburrir, voy a saltarme muchos momentos.
Pasaron cinco años. Sí, cinco años a su lado. Los más felices de mi vida. Cinco años de grandes momentos, locuras, viajes, noches inolvidables y besos de todos los colores.
Pero aquí empieza el otro lado de la historia.
Un frío día de invierno, tras dejarla en el médico, fui a tomarme un café con unos amigos. Últimamente le hacían muchas pruebas porque decía que se sentía cansada, con naúseas, sin ganas de nada. Comía poco y si no fuera por las escasas sonrisas que conseguía arrebatarle no la veía reír en todo el día. Eran pruebas convencionales, los médicos se lo achacaban al estrés, a quizás un virus tonto, cuestión de una semana con alguna pastilla y poco más. Pero aquel día, cuando la fui a recoger ella estaba aún más triste de lo normal. Y no tardó en derrumbarse. Le habían detectado un cáncer de hígado, pero no sólo esa frase me hizo sentir un escalofrío desde los pies a la cabeza, fue lo siguiente que me dijo. “Dicen que es irreversible y terminal, que dos años con suerte, y con tratamientos diarios…” Esto, antes de que rompiera a llorar. La abracé y aunque lo intenté, no pude aguantarme las lágrimas y ese incómodo  nudo en la garganta.
Fueron días intensos en el hospital, buscando una solución a algo que ya no parecía tenerla. Dedicamos un año entero en viajar para intentar buscar soluciones en otros lugares, otros médicos, otros hospitales… Pero nada. Ni una operación a vida o muerte, no conseguimos nada. La esperanza murió el día que volvimos de Roma. La séptima capital del séptimo país al que habíamos pedido ayuda a sus expertos. Nada.
Me gasté todos mis ahorros en los viajes y en los tratamientos. Su familia también pusieron de su parte, claro.
Pero un día, me desperté, me desperté y la miré. Estaba durmiendo como una niña a mi lado. Su rostro estaba cambiado. La enfermedad y su estado psicológico estaban haciendo que ella envejeciera por momentos. Aún así la vi igual de bonita que aquel día en aquella fiesta de despedida, o cuando fui a verla a su habitación a la residencia universitaria. Era tan bonita… Que el hecho de pensar que no podría volver a verla, a tenerla conmigo, a despertarme sin sentir su respiración me hizo gemir y lloriquear como un niño que ha perdido su peluche de dormir, ese que siempre está con él a todo momento, que lo escucha, que lo acompaña…
Después decidí que si por desgracia, tan sólo le quedaban unos meses de vida, unos meses con ella, tendría que hacer que fueran los mejores de su vida, y que acabase con una sonrisa, y no comiéndose la cabeza hasta no poder más en una cama de un hospital cualquiera. Así que lo decidí. Aquí comencé mi segunda etapa con ella, mi segunda vida a su lado. Los primeros días seguía reacia a reírse de mis bromas, que me costaba hacerlas porque yo realmente no encontraba esa chispa graciosa que siempre me había caracterizado, y es que eso de que podría perderla me asustaba, me asustaba mucho. ¿Pero sabéis qué? Que lo conseguí. Conseguí sacarle siempre una sonrisa, y su propia sonrisa era la que me hacía reír a mi también. Grabamos infinidad de vídeos haciendo tonterías, fotos, millones de fotos en todos los lugares y de todos los tipos. Vimos películas, la llevé de viaje, y en nueve meses, no hablamos ni una sola vez de su enfermedad. La obviamos por completo, es más, creo que hasta llegué a olvidar que le quedaban pocos días a mi lado. Se me olvidó, e incluso creo que a ella también. Fuimos felices, salvo todo pronóstico lo conseguimos. Cuantos momentos más tuvimos, y uno superaba al otro, su mirada triste cambió, su sonrisa volvió, cambió las lágrimas por la ilusión del mañana. No pensábamos más lejos que del minuto exacto que estábamos viviendo. Segundo a segundo, aprovechando cada calada de vida que teníamos, y digo teníamos, porque si ella se iba, yo moría a la misma vez. Definimos la palabra felicidad con cada uno de nuestros días, y quien me lo iba a decir, que en aquella situación, nos compramos nuestra primera casa, y vivimos eso que un día soñamos vivir.
A pesar de todo esto, yo notaba que se consumía, muy lentamente, como la cera de una vela, iba cayendo... Un día, ya cercano a su hospitalización, un amigo nos invitó a ir a un pequeño lugar. Le llamaban el túnel de la magia, porque, según él, si pasábas debajo de él, y apoyabas tus manos en sus paredes mientras lo ibas recorriendo, todos los deseos que te dieran tiempo a pedir se cumplirían. Sólo se podía pasar una vez, ya que sólo funcionaba con los primeros deseos que pidieses, y escasamente tenía de longitud tres metros. Yo decidí que era un buen sitio para finalizar aquella segunda etapa en nuestra vida, y sin pensarlo la llevé por sorpresa. Le expliqué en qué consistía y entré con ella. Le dije que yo no pediría nada, pues me bastaba con qué lo pidiese ella, y así fue. Entró en el pequeño túnel. Los primeros pasos los recorrió sin colocar su mano sobre las paredes. Le recordé, que si quería pedir los deseos, la tradición decía que debía de ir tocando con la mano la bonita pared de aquel agujero decorado. Ella asintió y me esbozó una sonrisa, su sonrisa. Continúo andando sin apoyar ni un solo dedo sobre la pared, y justo cuando le quedaban cuatro pasos para salir, los apoyó, cerró los ojos, y tras andar esos últimos pasos salió del túnel. Me quedé extrañado, pues no le había dado tiempo a pedir mucho, vamos, dudaba que escasamente un deseo, pero no quise decirle nada. A la semana tuvieron que hospitalizarla, y en cuestión de días ella empeoró. No me separé de ella en todos esos días, dormía allí y la acompañé en todo momento, buscando que no se sintiera sola en sus últimos días. Creó que lloré yo más que ella, me convertí en un llorica, pero delante de ella siempre mantenía mi sonrisa, que conseguía contagiarle a ella. Así que, de esta manera, llegó la temida y por desgracia, esperada noche. Sería de madrugada cuando sus constantes vitales empezaron a bajar y los médicos dejaron de sedarla. Le dejaron de suministrar los medicamentos y como me dijo el doctor, mejor dejarla que se vaya tranquila a la eternidad. Fueron palabras bonitas que me hicieron sentir ese jodido nudo que me envolvía cada vez que pensaba que ella, Lina, mi niña, estaba a punta de irse de mi lado. Entré en la habitación y allí mantuve mis últimas palabras con ella, ya absento de toda esperanza, de toda recuperación, de que podría salir de esto como siempre le dije que podría hacerlo. Me sentí un mentiroso por prometerle que conseguiría salir de ese estúpido cáncer, que en aquellos momentos estaba pudiendo con ella.
- Lina…
- ¿Te lo han dicho ya? Qué de esta noche no paso, ¿no?
Me miró con esa mirada que se clavó en mi corazón y me hizo temblar la voz.
-          No digas eso cariño, tienes que ser fuerte, como en todo este tiempo.
-          Ya no me quedan fuerzas Lucas, y tampoco me apetece seguir luchando. El destino ha querido que este sea mi final y no me puedo quejar, porque mis últimos días aquí han sido los más maravillosos que he podido vivir, y todos contigo. Gracias…
-          Gracias a ti, pequeña…

Le acaricié la cara mientras sentía unas ganas de abrazarla y llevármela lejos, a ser felices juntos, sin ningún temor.
-          Cada persona envejece a una edad, a mi me ha tocado demasiado pronto, pero he vivido todo lo que podría haber deseado vivir.
-          Me alegro, de verdad, me alegro muchísimo.

El puñetero aparato que marcaba los latidos de su corazón empezó a alertar de que su corazón, se estaba apagando. El médico entró en la sala rápidamente pero ella se empeñó en que nos dejara a solas. Él asintió, sabiendo ya del final que tendría todo aquello.
Y aquella noche, antes de que como dijo el médico minutos atrás, ella marchará hacia la eternidad, le quise preguntar algo que llevaba en mi cabeza las últimas semanas.
- ¿Cuál fue el deseo que pediste?
- ¿Cómo?
- Sí, el día que te llevé a aquel “túnel de la magia”. ¿Qué pediste?
- Si te lo digo, no se cumplirá.
Sonrió y continúo hablando.
-          Aunque supongo que ya, te lo puedo decir…

Le respondí con una sonrisa porque no me salieron las palabras.
-          Pedí pasar mis últimos días, y mi último momento de vida contigo, y es cierto, es cierto eso que dicen de que se cumplen.
-          Pero,… Entonces, ¿no pediste curarte? ¡¿Por qué?!
-          Porque una vez dijimos que todo lo que viniese en nuestras vidas, lo pasaríamos juntos, y si la vida se acaba hoy, esta noche, que sea como dijimos juntos. Curarme ya no era cuestión de un deseo, no quería arriesgarme a desperdiciar algo tan mágico en pedir algo imposible. Prefería pedir esto, y te aseguro, que no me arrepiento.

Me agarró la mano mientras su voz se apagó. Sentí un escalofrío al notar su suave piel en contacto de la mía, y llamé rápidamente al médico mientras rezaba todo lo que sabía para que no se fuera para siempre.
Sí, esta es la parte triste, o así lo parece.
Tras aquella noche, ella no se fue, es más, no se ha ido. Me acompaña ahora mismo, está aquí conmigo, y hasta el día de hoy y desde aquel otro, me ha estado a acompañando, a mi lado, juntos, como dijimos. Es cierto que ella no pidió curarse, pero yo sí lo hice por ella. 
Os dejo de contar la historia, porque la estoy viendo que se acaba de poner ese conjunto que le queda tan bien, y acaba de entrar en el cuarto, creo que tenemos algo pendiente así que, os dejo. Los deseos como los sueños, sí se pueden hacer realidad.

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Esto acaba como quieras...


Y se cumplió. "A veces, la eternidad puede esperar" me susurró el médico tras aquella recuperación que experimentó Lina, en cuestión de semanas, tras aquella noche frenética en el que estuvo a punto de coger ese billete de ida al cielo.

viernes, 10 de agosto de 2012

Llámalo adrenalina.

Estoy a seiscientos treinta y cuatro metros sobre el suelo. Elevado, en lo más alto. Aquí arriba el viento sopla diferente, con más fuerza. Ruge, sus rugidos silban en tus oídos y sientes un imponente escalofrío. Es una sensación límite,  eso de estar a un paso de descender de la torre más alta del mundo hasta el infinito vacío. ¿Esas manchas, esas pequeñas gotas moviéndose como hormigas sois vosotros? Díos mío, desde aquí arriba es todo tan pequeño, y yo me siento tan grande...
Siento que si saltara podría echar a volar, que abriendo los brazos planearía como un pájaro, como un avión, que podría llegar a la otra punta de la ciudad de un salto.
 ¿Sabes? Aquí arriba olvidas todo lo que te ocurre allí abajo. Olvidas los problemas, las preocupaciones, las noches en vela y los días que nada más empiezan quieres que acaben. Desde mi horizontal sólo veo el cielo, y me siento en las nubes. Así, como un soplo de aire fresco, como una bocanada de libertad, no estoy preso a nada y nada está preso en mi.
Creo que voy a hacerlo, creo que voy a cruzar la línea. Creo que voy sentir como es pisar el vacío, como es andar por el aire, estoy decidido, no quiero que nadie me pare y que nadie se preocupe por mi en este camino a la eternidad. He subido sólo y ya que estoy arriba no necesito ayuda de nadie más que de mi mismo.
Hay algo de niebla, pero es por la altura. Noto la presión en los oídos y esa sensación de que me falta un poquito de aire. Cada vez que bajo la mirada y veo el precipicio al que están mis pies, se acelera mi corazón. Ir hacia atrás no tendría sentido después de todo lo pasado para llegar hasta allí.Sólo tengo que ir hacia adelante, dar el último paso. Voces en mi cabeza me lo piden, pero sin embargo hay otras que me intentan parar. ¿Por qué no queréis que de ese último paso? ¿Por qué me frenáis justo cuando estoy a punto de conseguirlo? Constantes vitales subiendo. Es gracioso porque mientras me peleo conmigo mismo el viento me empuja hacia el vacío, y es irónico, que justo cuando estás a punto de caer, es cuando todo tu valor para hacerlo se desvanece y es cuando quieres volver atrás. Retroceder. Pero ya es tarde, ¿no?

lunes, 23 de julio de 2012

Tú eres lo que importa


No recuerdo si fui yo quien te dio mi dirección o fuíste tú la que la conseguiste. La verdad es que me da igual, lo que importa es que ahora me has encontrado, te he encontrado. Nos hemos encotrado.
Lo que importa es que aquel día te hablé,  es que aquel día sin saberlo había empezado algo que ahora se ha convertido en lo más grande que tengo, y que podré tener. Lo que importa es que no sabía por qué pero quería verte, quería estar contigo, presentía que esto estaba siendo distinto a otras veces con otras personas en otras situaciones. Lo que importa es que te creí, que aunque hubo que esperar, mereció la pena, y aunque aquella tarde no lo tenía del todo claro, ahora no tengo ni una sóla duda. Importa, que me arriesgué a ir a por ti y no me arrepiento, que me pasaría las veinticuatro horas del día contigo y porque no hay más, que me encanta tenerte cerca mía, a mi lado, conmigo, que me encantas. Que ahora que estás aquí no te quiero perder, que quiero hacerte feliz y no ser otro gilipollas que no sabe lo que tiene. No cambio por nada tu compañía, tu mirada, tu sonrisa. No cambio tus te quieros ni tus besos, no te cambio por nada ni por nadie porque no puedo compararte con nada, ni con nadie; eres única, así, tal como eres.
Porque hoy, a esta hora, la perfección no es más que estar contigo, donde sea, pero contigo. Porque parece y suena simple, fácil, pero encontrar a alguien como tú es para estar agradecido, es para dar gracias al destino o a lo que fuese que te puso en mi camino, y a ti, por existir y ser tan increíble.
Me pregunto cómo es que no te encontré antes, y aunque no se dónde te has metido en estos dieciseis años, no pienso pasar otros tantos sin ti. No quiero poner límites, sólo quiero momentos a tu lado y seguir con esta historia, con la que no ha hecho más que empezar.
Sí, Importa que esta noche estoy aquí escribiendo esto, escribiendo cosas que siento y que siento gracias a ti. Te has convertido en la razón de muchas cosas, y de entre ellas, de mi felicidad, así que gracias por hacerme feliz y por estar a mi lado.

martes, 29 de mayo de 2012

"Nuestro secreto"

Aquí estoy. Como cada noche.
Mi cielo es el techo. A veces creo ver la luna e incluso apago la luz creyendo que hay estrellas... Pero lo único que encuentro es oscuridad.
Respiro profundamente mientras vuelvo a girarme noventa grados. Me vuelvo a acomodar en la almohada.
La ventana, a medio abrir, escupe esa brisa que me llega y acaricia mi piel, dándome unos segundos de tranquilidad absoluta.
Mis ojos, entre tanta oscuridad, son estrellas de luz intermitentes que se abren y cierran a ritmo de mi blues, de ese blues que suena en mi interior con cada pensamiento, con cada instante en que mi mente te proyecta.
Volví a girarme noventa grados, otra vez cara al techo, recordé aquella frase que me dijiste...
Me decías que queríamos que tuviésemos un secreto, un código, algo que sólo supiésemos nosotros dos.
Yo sonreí y no le dí importancia y casi sin pensar demasiado te dije que no se me ocurría ninguno, y tú me miraste desilusionada. No comprendí que aquel detalle era más que eso. Hoy, ahora, sé que código decirte: Tres. Tienes tres lunares en la espalda, uno justamente donde comienza el cuello. Dos, dos besos hacia la derecha tienes otro, el que me encanta, el que miro cuando estás dormida y te colocas bocabajo.
Y por último, si deslizo mis dedos unos cuatro centímetros hasta abajo encuentro esa pequeña mancha, que me dijiste que era de nacimiento y que no te gustaba nada, pero que por mi que siga para toda la vida donde está, ya es tuya.
Tres, dos, cuatro. Naciste el tres del dos del noventa y cuatro.Tienes tres gatos, dos hermanos y de mayor quieres tener cuatro apartamentos, uno para cada estación del año en cuatro lugares distintos.
La primera vez que nos vimos me distes tres besos en lugar de dos, y sólo necesité cuatro minutos para darme cuenta de que eras tú aquella que andaba buscando todo este tiempo. Me di cuenta que la vida se ve mejor a tres centímetros de tus labios, a dos pasos de tu cama y con esos besos tuyos que me hacen elevar cuatro metros mi mundo.
En tres minutos estarás leyendo esto, quizás en dos, pero cuando llegue el cuarto, espero que ya no hayas olvidado este código nunca y que sea para siempre.

martes, 21 de febrero de 2012

-elicidad.

"Querida F____________:

Te cuento, que desde hace unos días las cosas parecen ir a peor, y esto de que no cambien me asusta... 
Como a coincidido con tu repentina marcha, me pregunto si por algún caso, te vendría bien volver, regresar otra vez. 
Sin irnos más lejos, recuerdo que ayer tuve otra de esas conversaciones con el techo, la almohada y la sufrida pared, pobre pared... Creo que ella es la primera que quiere que vuelvas, por su bien claro. Entre mi confundida mente pasaban cien mil cosas, y de esas cien mil, noventa mil eran los problemas de siempre, y el resto los que ahora están surgiendo desde hace eso, unos días o así hacia acá, hasta hoy. Ya sabes, esas cosas en las que piensas casi sin querer, y que no te dejan dormir, todo el rato dándole vueltas y vueltas y más vueltas, las mismas que doy yo entre las sábanas mientras busco un pensamiento con el que me pueda relajar y conseguir dormirme un poco. Y bueno, al final ya sabes, paseos al baño a lavarme la cara, a la cocina a beber algo de agua, al salón a ver esas series cutres que echan para rellenar la programación de la madrugada, si es que no sale algún que otro anuncio porno o programa de tarot, claro. Aunque, lo peor es cuando levantas la cabeza, y ves esos dígitos fosforescentes indicando la misma hora de todas las noches, ese maldito cuatro, sí, las cuatro de la madrugada... Muy temprano para los sábados, ¿pero para un lunes? Para un lunes esa hora es matadora si cuando llega aún no has conseguido pegar ojo. Ese tic-tac constante, que no cesa, que no para, que se mete en tus oídos y parece que se queda a dormir también contigo... bueno, ¿dormir? ojalá... ojalá durmiese.
Y bueno, también te cuento que antes de ayer, o quizás el anterior, vino y al principio dijo que sólo era para hablar pero... ¿Sabes ya quién vino  y qué es lo que pasó no? ¿Te lo imaginas? Sí, se que lo sabes, y sí, volvimos a acabar chillándonos, aunque está vez no hubo ese polvo de reconciliación que suele proseguir después de nuestras peleas, ella dijo adiós, y ni sirvió esos besos por el cuello, ni esa frase que siempre conseguía ablandarla ante sus enfados; no funcionó, y  cuando cerró la puerta, supe que esas mismas manos que la acababan de cerrar, no la volverían a abrir, al menos por un tiempo.
Así que ya ves, las cosas no están bien, y podría estar rencoroso contigo porque que te fueras así, tan rápido, sin decir nada ni dar una sola explicación,... Para empezar es de tener muy poca educación, y para seguir,...joder... Es que me has dejado tan, ¡tan jodido! Todo ha venido de repente, sin esperármelo. Un mal día lo tiene cualquiera, y te acuestas pensando, "mañana al despertar, todo habrá pasado". Pero llega ese mañana y todo está igual, todo sigue desordenado, sin pies ni cabeza, y nada se arregla,... Me sigo despertando y sigo viendo todo tan negro, que ni encendiendo la luz ni abriendo todas las persianas consigo ver algo más claro,... Me faltan ganas, optimismo ilusión por las cosas,...
 me faltas tú.
Si te apetece quedar, para hablar y eso, ya sabes donde vivo, y si te quedases, no sabes cuánto te lo agradecería... Te seguiré esperando cada mañana, por si llega ese día en el que me despierte y todo esté como antes."
Fdo: -elicidad

miércoles, 1 de febrero de 2012

1 de febrero. Cuéntame un cuento.

- ¿Y qué historia traes para contarnos hoy?
+ Hoy había pensado en contaros una historia, pero no cualquiera, una historia real, que ocurrió de verdad y por eso es más especial... Sí, lo recuerdo perfectamente...
"Correría la primera semana de las vacaciones de navidad, hacía un frío terrible. La humedad se estampaba con los cristales dejando caer gotas, que iban deslizándose hasta precipitarse de las ventanas al vacío. Con este panorama, no era de extrañar las pintas que llevaba él... chaquetón, con la cremallera hasta arriba, una bufanda de estas que abrigan, que parecía ser hecha completamente por su abuela, aquel gorro y esos guantes que no se había quitado en todo el viaje. Cuando tocó el suelo, y como suelo me refiero a uno que fuese distinto al del autocar en el que había pasado toda la tarde viajando, tomó esa maleta pesada, y caminó mirando atento cada calle, su destino no tendría que estar muy lejos de la parada. Suspiraba a veces, y con su suspiro forma una nube de vapor, que se difuminaba al segundo. Frotaba a menudo las manos sin dejar de soltar aquel mapa callejero con el que intentaba guiarse; se sentía estúpido, aquel pueblo, tan pequeño y que le resultaba tan familiar, y no era capaz de encontrar una simple calle que no debería estar a más de unos cuantos metros de donde estaba situado en aquel momento. Continúo andando, y se sintió aliviado al ver aquel letrero, que indicaba la calle que había estado buscando desde hacía ya unos diez minutos. Fue pasando casa por casa, puerta por puerta buscando el número en el que debería de pararse; hasta que lo encontró. Soltó aquella maleta, que empezaba a resultar un incordio, y sin quitarse el guante de su mano derecho, tocó dos veces el timbre. Tosió un par de veces y se ajustó bien la cremallera de su chaquetón mientras esperaba que le abriesen.
- ¿Sí?
+ Buenas noches, es aquí dónde ofrecen apartamentos por dos noches?
- Sí, bueno, no son apartamentos, directamente es mi casa, pero alquilo habitaciones. Pasa.

La chica hizo que él entrase, y éste lo hizo rápidamente. Al entrar, la sensación de frío intenso se apagó, y se sintió muy agusto allí dentro, sin que persistiese ese incómodo frío.Dejó las cosas y se deshizo del aparatoso chaquetón. Se quitó la bufanda y los guantes.
- Tal como subes, vas directamente recto, y en la primera puerta, allí es.

Llegó a la habitación, y allí estaba ella, fue entonces cuando se fijó...
Aquella chica, le llamó muchísimo la atención, le recordaba tanta a cierta persona...
Se presentaron, y en el momento de hacerlo fue cuando se disiparon todas sus dudas. Aquella noche, él no dejaba de mirarla. Durante la cena, se entretuvieron en contarse cosas sobre ellos mismos, y comprobaron que en muchas cosas, eran iguales o muy parecidos. Aunque cada cosa que se contaban, parecía que ya las supiesen anteriormente, como sí ya se conociesen. Ella también lo miraba a él de vez en cuando, y a ambos se les escapaba esa sonrisa, la misma, que haría unos diez años, les unió.
Ambos sentían esa sensación, eso de que ya se conocían de algo, pero que coincidencia, que fuese allí, justo en aquel pueblo y sin haberse citado, completamente de improvisto. Estaría cerca de llegar la media noche, y seguían ellos dos como tontos hablando y hablando, y riéndose por las cosas que se iban contando. Habían cambiado por fuera, físicamente, diez años son diez años... ¿Pero por dentro? Seguían siendo unos enanos, seguían siendo los mismos. Él estaba tumbado en el sofá, cerca de la chimenea, y ella estaba sentada en el sillón contiguo. Con cada minuto, lo tenían más claro, para él era ella, para ella, era él.
La conversación entre los dos parecía no tener fin, y entonces llegaron a aquel tema, y empezaron a hablar no del presente, si no del pasado. Ambos recordaban cien mil y un momentos divertidos, dignos de contar, y cien mil anécdotas, y curiosidades, y experiencias,... Pero la única vez que aquella habitación se quedó en completo silencio fue cuando a ella se le escapó su nombre,... y él la miró, levantando la cabeza del reposa-brazo del sofá, y sentándose finalmente hasta ponerse al lado de ella. Quizás aquellos segundos, se hicieron más largos de los que realmente fueron, y sus miradas se cruzaron a muy pocos centímetros, como antes, pero finalmente se separaron, y ella propuso irse ya a dormir.
Subieron las escaleras, y llegaron a la habitación. Era una cama acompañada de otra que hacía de suplemento, colocada abajo de esta. Parecía que la de arriba ya la había cogido ella,tenía un pequeño peluche apoyado en la almohada, así que sin preguntar más, se fue al baño a cambiarse después de que lo hiciera ella,  y se acostó en la de abajo. Ella apagó las luces, y entre la oscuridad, ambos ojos seguían abiertos. Él se tapó hasta arriba, y ella hizo lo mismo. Se movían constantemente, buscando una posición en la que estuvieran cómodos, pero con aquellos pensamientos y aquellos recuerdos que no cesaban, era prácticamente imposible dormir, y menos sabiendo que estaban uno prácticamente al lado del otro. Habrían pasado unos diez minutos desde que se acostaron, cuando la mano de ella se dejó caer por el frontal de la cama. Los ojos de él ya se habían acostumbrado un poco a la oscuridad, y pudo ver con claridad la sombra de sus dedos y su brazo, que colgaban desde la cama superior. Levantó el brazo y puso su mano muy cerca de la de ella, pero sin llegar a tocarla; no sabía si estaba dormida o no. Respiraba muy lento, y seguía contemplando aquella silueta. Acercaba cada vez un poco más la mano, hasta el punto de que se rozaron. La piel de él se encontró con una vieja amiga, y ambos, sintieron algo inexplicable, fue una especie de deja-vu, eso ya lo habían vivido, aunque no de aquella forma ni en aquella situación. De pronto la mano de ella se abrió, y el terminó cogiéndosela.  No sabían muy bien que estaban haciendo, pero permanecieron unos minutos de la mano"

- ¿Y qué pasó al final?
+ jajaja, ay pequeño, el final es lo mejor. Amanecieron abrazados, como siempre habían pensado.

En busca de lo increíble

"Diciembre, querido y frío diciembre,...
Te cuento que estaba sentado frente al ordenador como otra noche más de otra agobiada semana de cinco días, porque los otros dos, pasan tan rápido que casi ni me da tiempo a percibirlos, ni a contarlos.
Por lo que veo desde la ventana debe de hacer frío, aunque no lo siento, es más, diría que tengo algo de calor.
Encerrado en mi mundo me ha dado por escribir, y por qué no, me ha dado por pensar en esas cosas que nos hacen sentir mejores personas, que nos hacen tener ese cosquilleo seguido de una mirada, o que nos hacen seguir buscando más cosas increíbles, que nos hagan sentir momentos increíbles.
Ordenando la habitación más alta de mi mente, se me ha venido a la cabeza tu sonrisa. Es curioso, esperaba encontrarme otras cosas pero sin embargo lo primero me ha llegado al abrir esa pequeñita puerta que separa mis recuerdos de todo lo demás, me ha llegado tu imagen, tu imagen sonriendo. He pensado en abrir otra puerta, pero no, me sentía cómodo viéndote sonreír, y he decidido quedarme unos segundos más en el mismo lugar, imaginándote. 
Mientras mi subconsciente te proyectaba, estaba planteándome la idea de convertirme de una vez, en la persona que tanto un día decidiste buscar, o que quizás hoy pienses que es la ideal, pero he llegado a la conclusión de que sería un acto completamente idiota por mi parte, porque por poder, Podría convertirme en lo que dices estar buscando, pero perdería lo que soy y de quien un día, en silencio te enamoraste.

jueves, 19 de enero de 2012

"Vivamos juntos"

- Que quiero,... ¡Quiero que vivamos juntos!

En ese momento te tienes que parar, pensar, reflexionar lo que te acaba de decir, y luego pensar una respuesta, si es que hace falta pensar algo. Su voz me sonó mejor incluso que de costumbre, sus ojos brillaban como lo solían hacer aquellas tardes, aquellas tardes cuando empezó todo.
¡Joder! Es que parece que lo estoy volviendo a ver, que te estoy volviendo a ver, que está volviendo ese instante en el que creo que mi corazón aprendió a latir. Cada momento contigo era único, cada momento contigo era especial, mágico, cada gesto, mirada, sonrisa, beso, broma, enfado o alegría, era completamente distinto si eso era contigo, y pensar, que tú me estabas pidiendo que todo eso fuese para siempre, fuese cada día, que cada gesto, mirada, sonrisa, beso, broma, enfado o alegría podría suceder todos los días.
En ese momento no piensas, se te olvida todos los miedos, se te olvida todo y sólo te centras en ese "¡Quiero que vivamos juntos!" que en tu cabeza sigue sonando y sonando, repetidamente hasta que te das cuenta que sí, que ella te está dando la oportunidad de vivir todos esos momentos que hasta ahora sólo vivían en tu cabeza, en tus pensamientos, podrían ser cada día.
- ¿De verdad? ¿Sabes lo que supondría eso? Ya sabes, aguantarme todos los días, aguantar cuando nos picamos, aguantarme cuando me pongo como un auténtico gilipollas, aguantar dormir sin una cama entera para ti, ya que ahora estaré yo... Aguantar verme chillar por un partido de fútbol, o aguantarme tocando la guitarra a las tantas de la madrugada porque me he desvelado y no tengo nada mejor que hacer... Que cuando estemos comiendo te haga cualquier tontería y no puedas beber ni un sólo vaso de agua porque te ha entrado esa risa tonta... Resumiendo (Sonríe) , ¿Sabes lo que es tener veinticuatro horas para estar juntos, y que esas veinticuatro horas se vayan repitiendo continuamente? Pues parte de ese tiempo te tocaría pasarlo conmigo, ¿Eso es lo que quieres? Sí de verdad te lo has pensado bien, aquí estoy,  yo ya te digo que por mi, vivamos juntos, vivamos y estemos juntos pequeña.